Francisco de Asis propone al Sultán una "ordalía" o prueba del fuego
El Sultán se llamaba Melek el Kamel. Era ra hijo de Cherf Eddim Melek Moaddam Issa y nieto de Saladino. Francisco le explicó que no los enviaba nadie, ni querían pasarse al Islám. "Somos embajadores de nuestro Señor Jesucristo -le dijo- y traemos un mensaje de su parte, para ti y tu pueblo: que creáis en el Evangelio".
También le explicó que, por el bien de su alma, estaba dispuesto a demostrarle, en presencia de los sabios de su reino, que su religión era falsa, no con argumentos bíblicos (pues no creían en las Escrituras), ni racionales (pues la fe está muy por encima de la razón), sino entrando él y sus jefes religiosos en una gran hoguera. "Y si me quemo -terminó diciendo- atribúyelo a mis pecados, pero si no, será señal de que tu religión es falsa, y tú te harás cristiano y creerás en Cristo, fuerza y sabiduría de Dios y Señor y Salvador de todos".
Al oír esto, algunos jefes religiosos musulmanes allí presentes se escabulleron enseguida, alarmados, haciendo sonreír al rey, que respondió: "No puedo hacer esto, mi gente me mataría a pedradas". La propuesta de San Francisco puede parecer descabellada, pero lo que hizo fue aceptar el reto que un día Mahoma, fundador del Islam, lanzó al obispo y a los cristianos de Nadjam, que acudieron a Medina a rendirle pleitesía y prefirieron someterse, antes que pasar aquella prueba.
Buenas relaciones entre Francisco y Melek-el-Kamel
Melek el Kamel ordenó que curasen a los dos hermanos de las heridas sufridas durante el arresto, y que los atendiesen con todo respeto, en espera de que acudieran al campamento algunos de los jefes religiosos más importantes del reino. Francisco y su compañero pudieron exponer libremente la palabra de Dios a los musulmanes, aunque sin éxito, pues la mayoría los miraba con hostilidad y desconfianza.
No así el Sultán, que cada día conversaba con él y ponía a prueba su fe y su sabiduría. "Que venga ese hombre -decía- que parece un verdadero cristiano". Y Francisco aprovechaba para hablarle de Cristo. Cuando llegaron los jefes islámicos y conocieron el motivo de la convocatoria se indignaron muchísimo contra el rey y lo reprendieron porque, en vez de defender la ley contra el adversario, daba audiencia, imprudentemente, a aquellos infieles, quienes, según la ley, debían morir decapitados.
Pero el rey tranquilizó a Francisco, diciéndole: "Esta vez iré contra la ley. No seré yo quien condene a muerte a quien viene a salvar mi alma, a riesgo de su propia vida". Y el santo, viendo que su estancia allí ya no tenía sentido, pidió permiso para regresar al campamento cristiano. Entonces el Sultán le ofreció preciosos regalos, mas él no quiso aceptarlos, ni siquiera para los pobres, pues no se fiaba demasiado de sus intenciones. El cuerno de marfil tallado que se conserva entre las reliquias de la Basílica de San Francisco en Asís podría ser el "pasaporte" que, según Ángel Clareno, entregó el Sultán al Santo para que pudiese recorrer libremente tierras musulmanas. Al despedirse, el rey le dijo en secreto: "Rezad a Dios para que se digne manifestarme cuál es la ley y religión que más le agrada".
Hay buenas razones para creer que el sultán de Egipto quedó fuertemente impresionado por la personalidad del Santo de Asís.
Su vida, desde luego, ya no fue la misma. Y no nos referimos a las Florecillas, que dicen que recibió el bautismo antes de morir; ni a San Buenaventura, que dice que desde entonces llevó la fe cristiana impresa en el corazón. Son los mismos cronistas de la Cruzada los que dan fe del cambio notable observado en el comportamiento moral del rey. Mateo París, por ejemplo, que lloró su muerte como una calamidad para los cristianos, dice que se esperaba de él que recibiera el bautismo.
También Juan de Brienne, jefe de la Cruzada, que se hizo fraile Menor antes de morir y está sepultado en la Basílica de Asís, lloró de emoción por el buen trato que él y sus tropas recibieron de Melek el Kamel cuando los cristianos perdieron Damieta y fueron apresados y luego liberados por las tropas egipcias.
Sacerdote Católico
Otro ejemplo de proselitismo, fue el de San Francisco de Asís, que en 1219, visitó al sultán Malek-al-Kamil, para, como explica San Buenaventura “propagar, con la efusión de sus sangre, la fe en la Trinidad.” Fueron capturados por unos guardias que les sometieron a torturas y los condujeron al sultán, ante cuya presencia San Francisco dijo: “No son los hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso. Vengo a mostraros, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a anunciaros las verdades del Evangelio”. Y explica San Buenaventura: “Y predicó ante dicho sultán sobre Dios Trino y Uno, y sobre Jesucristo salvador de todos los hombres…” Y San Francisco “al ver que nada progresaba en la conversión de aquella gente…retornó a los países cristianos.» (San Buenaventura, Leyenda Mayor 9, 7-9 BAC ,1978: 439-442)
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