Las denuncias:
Los primeros casos denunciados en los medios se presentaron por primera vez en Estados Unidos e Irlanda. Un amplio informe en Irlanda, difundido en los medios, pronto motivó a antiguas víctimas a denunciar a sus victimarios y cuyo abuso se había presentado desde años tan tempranos como 1940.
Las denuncias aumentaron de manera inmediata y hubo una amplia difusión en los medios de comunicación social (declaraciones de las víctimas, cómo fueron abusados y posteriormente silenciados por medio de presiones morales, psicológicas e incluso con chantajes y amenazas; el silencio que guardaron por años algunos jerarcas de la Iglesia -hecho que fue visto como encubrimiento del delito-; y los reclamos judiciales y de compensación a los victimarios y a las instituciones eclesiales).
a) Primeras respuestas de la Iglesia:
En 1962, el Cardenal Alfredo Ottaviani, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), envió una carta a los Obispos que fue conocida como "Crimen sollicitationis" (Delito de solicitación). En esta carta la CDF definió los procedimientos a seguir en caso de acusaciones de abuso sexual por parte de clérigos u obispos católicos. De acuerdo con este documento, la excomunión inmediata es la pena para cualquier católico que en el plazo de un mes no denuncie al sacerdote que incurriera en tales conductas (se refiere en concreto a que dentro del Sacramento de la Confesión el sacerdote solicite al penitente tener una relación sexual).
En 1983, el Vaticano promulgó una revisión al Código de Derecho Canónico. A partir de aquí, el canon 1395, 2 nombra explícitamente el sexo con menores por parte de los sacerdotes como un crimen canónico. En 2001 se promulgó una revisión del documento, acorde con el Código de Derecho Canónico de 1983 y el Código de Cánones para las Iglesias Orientales de 1990.
En abril de 2001, la CDF publicó "Sacramentorum sanctitatis tutela" ("Salvaguardando la Santidad de los Sacramentos"). Este reemplazaba el Crimen sollicitationis.
b) De qué se acusa a la jerarquía de la Iglesia Católica:
De encubrimiento, omisión, complicidad, impunidad, negligencia y lentitud en tomar medidas eficaces para castigar y prevenir esos delitos.
Los escándalos en los cuales se vieron implicados miembros de la Iglesia Católica, trajeron como consecuencia la acusación contra las estructuras jerárquicas de la misma, las cuales fueron vistas en la mayoría de las veces como protectoras de los inculpados a través de un complejo y sistemático proceso. En consecuencia, muchos obispos y superiores religiosos fueron denunciados por las víctimas y presentados por los medios de comunicación social como encubridores del crimen.
c) Mal manejo del problema.
Se tomaron medidas equivocadas por los Obispos (política de encubrimiento; silencio e impunidad; no dar crédito a las denuncias, sólo llamados de atención en privado; pretender comprar el silencio de las víctimas y someter a las víctimas a presiones psicológicas y morales, chantajes y amenazas; enviar a los acusados a centros de rehabilitación, a tratamientos y evaluaciones psicoterapéuticas o traslado de parroquia y cambio de diócesis o de país -"cura geográfica" le han llamado).
En muchos otros casos, tanto incriminados como sus superiores, ofrecieron e incluso pagaron sumas de dinero extrajudiciales con el fin de evitar que el escándalo saliera a la luz pública. Obispos y Superiores veían los casos de abuso como un asunto médico y disciplinario del sacerdote, y estaban más preocupados por mantener el tema en secreto con el objeto de evitar el escándalo y cuidar la imagen tanto de la Iglesia como de los sacerdotes que de las propias víctimas.
d) Normas del Derecho Canónico y penas que se establecen en él.
El Código de Derecho Canónico, base del derecho eclesiástico, contempla penas para los delitos que tienen que ver con el abuso sexual. Según el canon 1395, el clérigo que cometa un delito sexual con un menor de edad, sea este por medio de violencia o amenazas, debe ser castigado con penas justas que pueden incluir la expulsión del estado clerical.
e) Delito y pecado
Para los creyentes cristianos, en el campo moral, en el interior de la propia conciencia, se trata de un grave pecado, una ofensa a Dios y a la persona agraviada, y queda a la responsabilidad personal el reconocer la propia culpa, pedir perdón y reparar el daño causado.
Para todos, creyentes o no creyentes, se trata de un grave delito penado por la ley civil, que tiene que ser juzgado en un tribunal de justicia.
f) Consecuencias que tuvieron las denuncias y la cobertura internacional de los medios.
El escándalo social ha causado una profunda crisis en la Iglesia (de confianza, credibilidad, y liderazgo); ha dado lugar a llamados del Papa a los Obispos de algunos países a reuniones en el Vaticano para analizar los casos; diferentes Conferencias Episcopales han promulgado normas especiales; se han turnado a tribunales civiles a sacerdotes acusados de abuso sexual a menores; bancarrota de varias diócesis de USA por compensaciones a víctimas; creación de asociaciones a favor de las víctimas y entre otros, cuestionar el celibato de los sacerdotes.
g) Debate sobre las causas y razones del escándalo; el rol de los medios y la manipulación de la información.
El escándalo sobrevino cuando los casos de pederastia entre el clero salieron a la luz pública. El fuerte impacto que estas noticias tuvieron en la opinión pública se debió a que se trata de personas consagradas, cuya vida está dedicada a acercar a los hombres a Dios y trasmitirles el mensaje de Jesucristo y los valores del evangelio. Esto dio lugar a una fuerte reacción en contra de la Iglesia, tachándola de hipocresía por predicar una cosa y practicar lo contrario. A la gravedad de los delitos en sí mismo se insistió en la impunidad de los culpables.
Las denuncias fueron apareciendo por oleadas y se fueron acumulando al grado de que la Iglesia quedó en el ojo del huracán. En un principio se dio la apariencia de que la Iglesia no reconocía su culpa ni se preocupaba de las víctimas, buscando sólo defenderse de los ataques, sin enfrentar la realidad. Esto provocó una mayor condena pública en los medios.
El tema de la pederastia entre el clero tiene, por otra parte, ingredientes suficientes para las notas sensacionalistas, como es el tema de la sexualidad y la Iglesia, y catalizar los prejuicios y resentimientos de creyentes y no creyentes en su contra.
Al momento presente las aguas no se han calmado, pero empieza a haber un análisis del fenómeno más ponderado y sensato.
Por otra parte, no es justo querer trasladar una responsabilidad individual y convertirla en una culpa colectiva de toda la Iglesia.
h) Los ataques al Papa y su defensa por la Jerarquía.
Reacción de la jerarquía de la Iglesia: el Papa, los Obispos, los fieles católicos.
Justificaciones y disculpas:
Se han querido encontrar las razones de los problemas de abusos sexuales a menores en la Iglesia, que en alguna forma eximan o disminuyan la culpabilidad de la Iglesia. He aquí algunas de ellas:
# el porcentaje de sacerdotes pederastas es mínimo y los casos de abusos sexuales a menores no es privativo de la Iglesia católica; de hecho se dan también en otras confesiones religiosas e instituciones y son menos de los que se dan en diversos sectores de la sociedad: médicos, profesores, entrenadores de deportes, guías scouts, voluntarios de grupos juveniles y aún entre vecinos, amigos y familiares. En general suceden en donde hay una relación cercana con niños, un círculo de confianza de parte de las víctimas y acceso fácil al trato con menores. Se habla más de los casos de abusos en la Iglesia por razones naturales (investidura y misión del sacerdote, mayor número de fieles en el mundo, posee mayor número de escuelas).
# se ha alegado también que la mayoría de los casos denunciados no han sido delitos de pederastia propiamente dicha, sino más bien actos homosexuales, ya que se trata de actos entre sacerdotes y jóvenes varones adolescentes, muchas veces con la anuencia de estos mismos, fenómeno que en todo el mundo se ha dado a través de la historia (efebomanía).
# simplemente afirmando que los casos denunciados sucedieron hace ya mucho tiempo, treinta, cuarenta o más años atrás.
# se menciona también que la causa de estos abusos es la cultura permisiva sobre el sexo, el ambiente erotizado que priva en la sociedad, y el que ha faltado una mayor educación sexual en la familia y en las escuelas sin reducirla a una mera información genital que a veces lleva a in libertinaje sexual (en el caso de México).
# hay una muy clara actitud en algunos sectores anticatólicos de atacar a la Iglesia, desprestigiarla y restarle autoridad sobre todo por la firme defensa de la vida humana que ha hecho la Iglesia, de la familia y sus enseñanzas sobre temas morales. Es evidente el intento de desacreditar a la Iglesia y al Papa precisamente para debilitar el impacto de su enseñanza.
# aunque estas razones sean en parte verdaderas, evidentemente ninguna de ellas libra de culpabilidad a la Iglesia de las acciones abominables de los sacerdotes pederastas, ni va a disminuir el desprestigio y la pérdida de credibilidad que le ha acarreado esta crisis. Los delitos de abusos sexuales a menores son actos abominables, que cometidos por personas consagradas, revisten una mayor gravedad y culpabilidad y constituyen en todos los casos un delito penado por la ley.
La reacción de los Obispos y del Papa Benedicto XVI:
Benedicto XVI repetidamente se ha disculpado por la vergüenza de los abusos sexuales de menores en varias ocasiones y ante audiencias de todo el mundo; no ha desconocido la gravedad de los delitos y ha dado la cara para afrontar el problema. Esto no había sucedido nunca antes. Se ha declarado profundamente apenado y avergonzado por estos actos, ha pedido perdón a nombre de la Iglesia, ha exhortado al arrepentimiento sincero emprendiendo una camino de purificación, curación y a una verdadera renovación interior de todos los cristianos, estableciendo normas precisas para que se haga justicia con las víctimas y se les atienda y se someta a los tribunales civiles a los culpables, ya que las normas eclesiásticas no prohíben a las víctimas denunciar los abusos sexuales a las autoridades.
Se ha destacado esta voluntad del Papa Benedicto XVI de extirpar esa lacra de la Iglesia con mano firme y con una especial compasión para con las víctimas; la reciente carta del Santo Padre a los católicos de Irlanda es una clara muestra de su firme actitud ante este grave problema; cuando estuvo tanto en Estados Unidos como en Australia, y recientemente en Malta, Benedicto XVI se encontró con algunas víctimas de abusos. Está personalmente empeñado en hacer todo lo posible para hacer justicia y confortar a las víctimas.
Ha dado normas a las Conferencias Episcopales sobre esta materia, siendo la más reciente la Conferencia de Obispos Católicos de Irlanda. El ha sido históricamente, más que cualquier otro funcionario eclesiástico, el que más ha reaccionado en contra de los abusos de menores por parte de clérigos y ha querido tomar enérgicas medidas precautorias para evitarlos. En lugar de culparlo de negligencia u omisión en estas materias, debe ser reconocido por el fuerte liderazgo que él ha asumido a nivel de toda la Iglesia en este campo. Tenemos con él una gran deuda de gratitud por la introducción de los procedimientos que han ayudado a la Iglesia a tomar medidas frente a esta lacra.
Él no sólo se ha referido al tema de la pederastia en la Iglesia, sino que se ha reunido en distintas ocasiones con las víctimas y las ha escuchado; la última ha sido con ocasión de su visita a Malta (17-18 de abril) en donde se reunió con un pequeño grupo de víctimas a quienes después de escucharlos les ha dicho que estaba profundamente conmovido por sus historias, les expresó su vergüenza y pesar a ellos y a sus familias, hizo oración con ellos y les aseguró que la Iglesia está haciendo y seguirá haciendo todo lo posible para investigar las denuncias, enjuiciar a los responsables de los abusos y aplicar medidas eficaces destinadas a proteger a niños y jóvenes en el futuro.
Los Obispos también se han expresado en sus respectivas diócesis, reconociendo la gravedad y culpabilidad de estos delitos cometidos por algunos miembros del clero. Una de las declaraciones más significativas es la del Cardenal Norberto Rivera Carrera quien el jueves santo (8 abril 2010) en su homilía en la Catedral dijo a los sacerdotes ahí reunidos:
"Advierto a ustedes mis sacerdotes, que si alguno comete estos abominables actos, ni un servidor ni la Arquidiócesis de México defenderá o tolerará al delincuente, antes bien, promoverá que la autoridad civil actúe con todo el rigor de la ley y pague en consecuencia por sus crímenes. No gozamos, ni debemos gozar de ningún fuero. Por supuesto que en lo eclesiástico seguiremos actuando con la severidad ordenada por la Santa Sede", apuntó.
Después añadió "pido nuevamente a mis Obispos auxiliares para que hagan una revisión exhaustiva en sus respectivas vicarias con la finalidad de asegurarse que no haya casos de abusos sin resolver o reportar al tribunal eclesiástico cualquier ilegalidad".
Los fieles católicos de distintos países, por su parte, le han manifestado al Papa su apoyo y solidaridad, tanto en las audiencias públicas, como a través por internet, muestras de apoyo, adhesión y solidaridad ante las campañas insidiosas de ataques en su contra. (ver p.e. Hazteoir.org)
i) El rol de los medios
En principio podríamos pensar que los medios se han concretado a cumplir su tarea de informar sobre los acontecimientos. Ahí están las denuncias, los juicios en los tribunales, las sentencias condenatorias, los nombres de los culpables. Sin embargo, analizando más detenidamente el fenómeno mediático nos podemos dar cuenta de que muchas de las notas informativas simplemente repetían lo dicho por otros, sin preocuparse de investigar la veracidad de sus fuentes y la comprobación de los hechos. Es obvio también que algunas informaciones han sido distorsionadas, y no son objetivas ni por tanto veraces. El interés de los medios en general está centrado en la culpabilidad de la Iglesia y del Papa, y no en las víctimas y las causas de este problema.
Existen detrás intereses anticatólicos y en muchos casos las notas informativas resultaron ser calumniosas, evidenciando una manipulación de la información con intención de desprestigiar a la Iglesia, restarle autoridad o de sensacionalismo periodístico. Algunos medios fueron aprovechados para avanzar en la agenda anticatólica.
¿Qué esperamos que suceda en adelante?
En su mensaje de Pascua, el Papa reconoció que, en plena crisis, la humanidad "necesita un 'éxodo', que consista no sólo en retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias". "Para recuperarse de esta dolorosa herida La Iglesia debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves delitos cometidos contra niños indefensos (Carta a los católicos de Irlanda)".
Durante los últimos 25 años, se ha emprendido una acción vigorosa dentro de la Iglesia para evitar cualquier abuso en contra de los niños y en los últimos 5 años han disminuido notablemente los casos y continúan disminuyendo.
La Iglesia no se debe recluir ahora en sí misma por temor al escándalo, sino por el contrario debe encarar clara y firmemente la realidad, buscando la verdad y actuando a favor de la justicia y apoyo a las víctimas.
Es esencial hacer un diagnóstico correcto del problema y no desviar la atención hacia otras cuestiones (celibato, el sacerdocio de las mujeres, otro enfoque de la sexualidad de parte de la Iglesia, etc.). La realidad es que la pederastia es una desviación patológica de la persona que no tiene curación. Y el problema se debe de encarar directamente.
Es necesario y urgente que se apliquen rigurosamente las normas que la Santa Sede ha establecido para prevenir estos casos en el futuro y los procedimientos que se deben seguir en los casos de denuncias (ver para esto la "Guía sobre procedimientos en caso de abusos sexuales" publicado por el Vaticano en su página de internet www.vatican.va )
Este problema debe motivar a todos los fieles a la oración constante y a los sacerdotes a ser fieles a su vocación y compromiso de entrega. Debemos tener la seguridad de que Dios, a pesar de la realidad del mal y del pecado en la Iglesia y en el mundo, sigue actuando en ellos y derramando su gracia. No hay razón para el temor; Cristo ha vencido al poder del mal y de la muerte.
Por Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara, obispo auxiliar emérito de la arquidiócesis de México.