martes, 16 de diciembre de 2014

LA MUERTE DE BOLÍVAR, desde Colombia por exiliado del madurismo Robert Gilles




Desde muy temprana edad se nos enseña a todos que Simón Bolívar nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta. Pero, un examen de conciencia histórica me hace caer en cuenta que Bolívar murió realmente hace quince años cuando Hugo Chávez, el temerario caudillo, asaltó el poder. Un asalto del que muchos fueron cómplices.

No voy a evocar a Bolívar, el genio, esta vez. Ni voy a melancolizar “la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y cinco minutos”, como magistralmente la describió García Márquez en “El General en su laberinto”. Pero de esa novela que recuerdo haberla leído a temprana edad y cuyos pasajes repito constantemente cuando oso escribir sobre el tema bolivariano, traigo una reflexión para denunciar al verdadero magnicidio historiográfico que ha sucedido en Venezuela desde la implantación del modelo totalitario castro-chavista, cuyo resultado evidente ha sido la muerte de Bolívar, su esencia, su pensamiento, su obra y hasta su rostro.
Bolívar ha sido prostituido por el régimen de Chávez y ahora por el de Nicolás Maduro, principalmente al enunciar una antagónica definición ideológica intitulada “socialismo bolivariano”. La verdad es otra, después de quince años los venezolanos no saben realmente qué es el socialismo bolivariano o del siglo XXI, con la agravante de que algunos sectores creen realmente que Bolívar era socialista, aun cuando el Manifiesto Comunista fue escrito dieciocho años después de la muerte de El Libertador.
Durante quince años el régimen que ha fabricado decenas de planes magnicidas parece no darse cuenta que Bolívar fue asesinado flagrante e impunemente. Una breve cronología sobre el magnicidio bolivariano es la siguiente:
El 16 de julio de 2010 fueron exhumados los restos de Simón bolívar que reposaban el Panteón Nacional. Un hecho que, según la Academia Nacional de la Historia, «invita y exhorta al país entero, a la Venezuela profunda y republicana, en todos los estratos de su población, a una reflexión íntima y a una plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la Patria, inútilmente profanado en la tranquilidad de su sepulcro».
El 24 de julio de 2012 fue desvelado el gran fraude. Un rostro de Bolívar que discrepa de toda la iconografía existente, la cual es un patrimonio artístico de la humanidad.
Por si fuera poco y como ya lo apunté, las repetidas afirmaciones del Bolívar socialista, lo cual es una aberración histórica que fácilmente puede verificarse en toda la doctrina de El Libertador que se compone de más de doce mil archivos en los que no existe referencia  a la palabra “socialismo” ni mucho menos a la obra de Marx, inexistente para la época.
En aquel 17 de diciembre de 1830, cuando ya todo el sueño de la unión se había desvanecido y El Libertador ya estaba proscrito de Colombia, la grande, nos cuenta García Márquez la frase central de su obra:  «Carajos», suspiró. «¡Cómo voy a salir de este laberinto!». Estoy seguro que muchos de los venezolanos podemos repetir esta frase porque la Venezuela de Bolívar también está un laberinto.
El mayor acto de desagravio para con Bolívar no sólo pasa por la justa reivindicación de su esencia, de su doctrina, de su iconografía, implica ante todo honrar la libertad que durante veinte años de guerra de Independencia nos fue alcanzada con el sacrificio de nuestros Libertadores. Esa libertad ya nos fue arrebatada y debemos reconquistarla. Los demócratas que nos negamos ver perecer a Venezuela no podemos renunciar a esta lucha ni podemos “arar en el mar”.
La auténtica doctrina de Bolívar, el hombre de las dificultades, es la llave para comprender con absoluta claridad hacia dónde debemos ir en este aciago momento de nuestra historia contemporánea. El Libertador siempre estará presente en nuestra historia, encarnado en el esfuerzo colectivo que nos conduce hacia la plena y efectiva realización de la libertad. Nunca podrá ser bolivariano aquello que nos echa hacia un abismo de violencia y destrucción.
Es la acción de todos y cada uno de los ciudadanos la que podrá reivindicar la memoria ultrajada de nuestros Libertadores en el futuro inmediato.
Diecinueve años antes del suplicio en Santa Marta, el joven mantuano decía ante la Sociedad Patriótica: 

«Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos». Y nos insiste: VACILAR ES PERDERNOS. Abajo la dictadura.
POR Robert Gilles Redondo
17 de diciembre de 2014, en la conmemoración del 184º Aniversario de la muerte de El Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar. 

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