Olvídese y vuelva, insistía Sánchez, a la cruda realidad: aquí solo mandan los socialistas. El tipo sabe bien su papel. Lo aprendió en la escuela de Felipe González, Alfonso Guerra y Rodríguez Zapatero: después de los socialistas, el diluvio universal. Por esos andurriales, queridos lectores, ni Dios lo tendrá fácil para salvar a la tierra de María Santísima. Ni siquiera Dios, como rogaba Unamuno, salvará a España de los socialistas. Seguro que Sánchez ha llamado ya a los miles de teólogos y teólogas del PSOE, para que le asesoren cómo enfrentarse al dogma ortodoxo de la creación ex nihilo y en tiempo de la creación personal del mundo por Dios. Seguro que ya ha recibido un informe completo de Victoria Camps y Amelia Valcárcel, ilustres teólogas socialistas que jamás se cansan de hablar de Dios, para que asuma con su proverbial verborrea el panteísmo, identificación de Dios con el mundo; el ateísmo, mundo sin Dios;
el acosmismo, Dios sin mundo; el dualismo, que separa, distingue y supone un mundo independiente de Dios. Seguro que Sánchez ha empollado su próximo discurso a los españoles. Nos ha resuelto uno de los problemas capitales de todos los tiempos. Pronto sabremos que las complejas y difíciles relaciones entre el mundo y su Creador han desaparecido. Sánchez ha ocupado el lugar de Dios. en LD
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