En 1989 se fugó de una cárcel en Camagüey tras un enfrentamiento con miembros del Ejército, que lo golpearon –según él mismo contó– con una pistola Makarov en su cabeza.
“Ese accionar en las sombras, el llevar una vida al margen de las normas sociatas y el empeñarme en una escritura libre –escritura alimentada, por cierto, en esa vivencia–, hicieron que se estrechara el cerco sobre mi persona, de modo que tuve que escoger entre regresar a las rejas o escapar y, claro, escapé clandestinamente”, relató. La crónica de su escape fue publicada en 1999 en Alemania.
En 1995 se unió a la flotilla del Movimiento Democracia, integrada por exiliados que tenían la intención de volver al país y protestar contra Fidel Castro en La Habana. El barco que había abordado, el Sundown II, naufragó en el estrecho de Florida. La nave, según se supo después, tenía desperfectos y “no era apropiada para la navegación”, un dato que sus dueños ocultaron antes de alquilarla –hasta a 100 dólares por pasajero– a 47 exiliados.
De Armas creó, en 1997 y junto a escritores como Ángel Cuadra y Octavio Costa, el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Trabajó, además, para Radio y Televisión Martí. Su obra incluye novelas como La Tabla (Fundación Hispano Cubana, 2008) y Caballeros en el tiempo (Atmósfera Literaria, 2013); relatos como Mala jugada (2006); ensayos como Mitos del antiexilio (2007) y Los naipes en el espejo (2011).
El bloguero cubano Joaquín Estrada-Montalván, uno de los que dio la noticia del fallecimiento, describió a De Armas como un autor que “no le huía al debate cultural, lo buscaba y disfrutaba”. Añadió que sus libros daban fe de lo que había sido su país de origen –y su diáspora– en las últimas décadas, y cómo lo había vivido en primera persona.
Su idea de patria, según afirmó en una entrevista, era clara y amplia: “Mi patria es paisaje, tierra y sangre, Cienfuegos, Santa Clara, el cabaret Guanaroca en la primera y el bar La Diana de la segunda, donde mi padre, un santo varón, tuvo una sangrienta reyerta a botellazos y puñetazos, La Habana y, claro, Cuba”. EN 14YMEDIO web
Nacido el 15 de octubre de 1958 en Santa Clara, Armando de Armas se licenció en Filología en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Durante la década de los 90, fue un activo defensor de los derechos humanos en la Isla, además de formar parte de movimientos de cultura independiente que se oponían al régimen de Fidel Castro.
En 1994, junto a un grupo de amigos, huyó por mar hacia Estados Unidos, donde fue acogido como refugiado político. Años más tarde, en 1999, publicó una crónica sobre su fuga en la revista Lettre International de Berlín, que recibió gran reconocimiento internacional.
Entre sus múltiples vivencias destaca su participación en la Flotilla Democracia, una iniciativa de exiliados cubanos que, en septiembre de 1995, navegó hacia Cuba en protesta contra el régimen. De Armas sobrevivió al naufragio del barco Sundown II durante esa travesía por el estrecho de Florida, un episodio que marcó profundamente su vida.
De Armas fue también un defensor activo de la libertad de expresión. En 1997, fundó junto a otros destacados escritores como Ángel Cuadra y Reinaldo Bragado Bretaña, el capítulo del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio, en el cual se desempeñó como vicepresidente. En 2007, formó parte de una delegación de líderes cubanos que, junto a representantes del Congreso de Estados Unidos, firmó el Acuerdo por la Democracia en Cuba en la ciudad de Lubin, Polonia, junto al presidente polaco Lech Kaczyński.
Además de su actividad literaria, colaboró regularmente con Radio y Televisión Martí, donde condujo la sección de Arte y Cultura, un espacio donde promovió el pensamiento crítico y la disidencia contra el régimen cubano. EN CUBANET
¿Qué diremos entonces? ¿Qué debemos seguir pecando para que abunde la gracia?
¡Ni pensarlo! ¿Cómo es posible que los que hemos muerto al pecado sigamos viviendo en él?
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios.
Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. CARTA A LOS ROMANOS cap.6
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