Antes de la aparición y llegada de
la Virgencita de la Caridad al Cobre:
1599. El Capitán de Artillería Don Francisco Sánchez de Moya tomó posesión de unas minas de cobre en
el territorio indio de Tarara, a unas cuatro leguas de Santiago de Cuba. Las
bautizó con el nombre de Santiago del
Prado. La población estaba formada en su mayoría por indios y esclavos
negros el Rey. Para el sustento contaba con dos hatos, el del Puerto Pelado y el de Bararajagua.
1609. En el cerro de la mina hay una pequeña
ermita dedicada a la Virgen María bajo la advocación castellana de Nuestra
Señora de Guía Madre de Dios de Illescas. Allí vivía un ermitaño llamado Matías
de Olivera que cuidaba la ermita y daba catecismo a los negros esclavos.
La imagen es
como de media vara de alto y de pronto hace el efecto de estar agobiada bajo el
peso del rígido monto y de la enorme corona. Está en pie sobre una esfera de
plata, y gira hacia delante.
Pues bien, la
del cobre es la representación de la gracia tropical: bajo la estatura,
menonita, de fracciones poco acentuadas, morena más que trigueña, bonita, de
larga cabellera negra y grandes ojos de azabache, brillantes e intensos.
La coronación
y la aureola (de 20 pulgadas de diámetro) eran, ambos, de oro 18 quilates y
platino, injertadas en ellos 1450 brillantes, rubíes, esmeraldas, etc. también
la cruz de platino, que lleva la imagen en su mano derecha, estaba formada con
brillantes y amatistas; la corona del niño Jesús, de oro y platino ricamente
guarnecida de brillantes y perlas. Habían sido confeccionadas bajo la guía de
Julio raíces, director de los talleres de la joyería la estrella de Italia en
La Habana, según diseño del Santiaguero Joaquín Hernández Giró.
Desde
el nacimiento de nuestra nacionalidad la fe Católica ha estado íntimamente
ligada al devenir de nuestra cultura y al destino y avatares del pueblo cubano.
Prueba filial y entrañable de nuestros mambises a la Virgen de la Caridad del
Cobre.
Recordamos
a Carlos
Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, que al comenzar la contienda
de 1868 decidió acudir al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre para
presentar sus armas a la Madre de Dios y rogar su protección. Aquel mismo
pueblo muchos años antes había sido escenario de la conquista de su propia
libertad protagonizada por los esclavos que trabajaban en las minas.
La
presencia de la Virgen de la Caridad no fue solo durante las luchas por la
Independencia, sino también alcanzar, no sin límites y nuevos peligros, la
ansiada libertad.
En
1915, los mambíes Veteranos, reconociendo al Vicario de Jesucristo, como
Supremo Pastor de la Iglesia Universal, pedirían al Papa Benedicto XV que proclamara a
la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, como Reina y Madre de todos los
cubanos.
¿Qué cubano no ha
oído hablar alguna vez de la Virgen de la Caridad del Cobre? No es preciso
siquiera tener creencias para interpretarla como un símbolo de la cubanía. Un
aspecto insoslayable en cualquier estudio referido a la formación de nuestra conciencia nacional, ha de ser
el origen y evolución del culto popular a la misma. Durante las últimas décadas
del s. XX, se han investigado temas importantes de la Ideología religiosa
popular:
Este
trabajo de profunda investigación hace alocución en el quehacer de la historia
regional, hizo asunto obligado el tema de la Virgen del Cobre, por la estrecha
relación con la historia de la antigua jurisdicción de Cuba y, en Particular,
del poblado minero que da nombre a la Imagen Mariana, Patrona de Cuba.
En
esta investigación presentamos desde esta perspectiva, intentamos llegarnos al
Meollo del Origen y Progreso del Culto Popular a la Virgen Morena, la Cachita
involucrada en la conquista de nuestra autoconciencia nacional.
Como
diría Fernando Ortiz, es el tema
cubano lo que nos interesa, a lo que agregamos también el eclesiástico, el de
la historia y folklore.
Las
épocas pasadas se aglomeran en la memoria de los hombres, se confunden los
momentos, se pierden hechos
y se reconstruyen otros, según la necesidad de un grupo o de la propia sociedad
en su conjunto.
Este
trabajo sobre la advocación mariana quiere decir escudriñar en las entrañas del
criollo de ayer y del cubano de hoy, en su sentido de la vida, en
su utopía de realización.
Aspiro a que esta obra permita sí, conocernos para estrechar mucho mas
los lazos de la comunidad nacional.
Hoy, ahora nace de este pueblo que cuenta cada amanecer su historia de
fe, de devoción, de veneración a la madre de todos que desde siempre sembró en
nosotros el amor a Dios…
Un
hijo de este pueblo de amor consumado cada día, con la bendita presencia de la
Imagen de la Virgen de la Caridad a la que honramos y veneramos con tantos
títulos, pero que solo uno la hace vibrar en lo profundo de nuestros corazones,
la madre que representa y nos trae cada día el amor a cada hijo que cobije
aunque sea por solo un instante la imagen, el nombre, de esta Gracia de Dios,
que nos regalo a cada ser.
Hago mías también
las palabras de todas estas investigaciones sobre la historia de la Virgen de
la Caridad y me agrego en la gran lista de investigadores, como son esos
grandes ya antes mencionados, que hicieron un trabajo profundo sin negar nunca
su fe, que es esa la fuerza que los identifica también como hijos más cercanos
a la madre de la cual tanto aprendemos.
Aun ya próximos a la celebración del 400
aniversario de la aparición de la bendita Imagen ofrezco la presente historia
dirigida a todos en especial a las jóvenes generaciones con el propósito de que
sean conocidas las raíces y las experiencias del cariño que le tenemos a la
Madre de todos los cubanos.
Aquella
suplica fue escuchada y se constituyo en uno de los primeros gestos de cercanía
y afecto paternal de un Pontífice Romano hacia el pueblo de Cuba.
Ese
testimonio de reconocimiento a la nación se hizo solicitud cotidiana y lazo
permanente cuando en 1936 se
establecieron relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede, oportunidad
que sirvió para que los Vicarios de Cristo enviaran a sus representantes personales
que llamamos Nuncios Apostólicos, precisamente por su condición de enviados del
Príncipe de los Apóstoles.
Estos
Nuncios, con calidad de Embajadores del Santo Padre, representan al sucesor de
San Pedro tanto en el seno de la Comunidad Eclesial como ante el Estado y
Gobierno de la Nación.
Al
paso del tiempo la Iglesia y la Patria fueron creciendo y estrechando sus lazos
de fe y cubanía; una prueba de ello fue la elevación del primer cubano al
Supremo Colegio de los Cardenales para formar parte de la familia más cercana
al Papa, de su senado y consejo, para ayudar al Santo Padre al pastoreo de toda
la familia humana.
Fue
el Cardenal Manuel Arteaga y Betancourt el primer purpurado cubano que tuvo
como perfil fundamental de su servicio a nuestra patria el ¨¨cubanizar¨¨ a la
Iglesia que peregrinaba
en esta Isla, a lo que hoy llamaríamos inculturar la fe, encarnarla en nuestra
historia y dotar a las obras y agentes pastorales de la Iglesia de una
identidad cubanísima y un acendrado amor a nuestra Patria.
Una
de estas obras fue la organización del primer Congreso Eucarístico Nacional en
el año de 1947 para la que se
escogió la cercanía de las fechas patrióticas del 24 de febrero, así quedo,
como testimonio expresivo de ese inseparable amor a Cuba y a Cristo, esta fecha
del inicio del ultimo trecho hacia la independencia como el día en que, por
primera vez en la historia
de cinco siglos de Iglesia en Cuba, un Sumo Pontífice dedicara especialmente a
nuestra Nación un Mensaje grabado en su propia voz y transmitido a todo el País
por la radio nacional.
En
ocasión de que por primera vez un Vicario de Cristo pisara tierra cubana y
bendijera nuestras personas y toda la nación con la celebración de la Santa
Misa en la nombrada Perla del Caribe, hemos querido regalarnos este trabajo que
recoge todos los mensajes que desde el año 1916 hasta nuestros días han
pronunciado los Sumos Pontífices al dirigirse a Cuba.
En
esta recopilación del magisterio Papal especialmente dirigido a Cuba podemos
apreciar las líneas maestras del pensamiento Católico frente a las diversas
circunstancias históricas por las que ha devenido nuestro País. Tendremos la
oportunidad de acercarnos a los temas más importantes y reiterados a las
principales preocupaciones de los pastores de la Iglesia y las orientaciones y
consejos que, en su tiempo, fueron luz anticipada consejo oportunísimo y rumbo
orientador.
Quiera
Dios que caiga en el corazón y la mente de todos los hijos de Cuba como ¨ rocío
de la mañana ¨, como ¨ esperanza para los que sufren¨, como ¨ estrella, y
anuncio de la Evangelización¨, como ¨puerta y camino¨ para andar con Cristo que
el mismo fundó poniendo su divina sangre en las jambas de la humanidad para que
la nueva alianza abierta para todo hombre los senderos de la justicia y la paz,
de la libertad y la solidaridad, de la esperanza y del amor, el amor que todo
lo cree, que todo lo aguanta, que todo lo disculpa, el amor que todo lo espera.
Por Joel Hernández
La
aparición de la imagen
1612. Y
hallaron la imagen de la Virgen María.
El mayoral Miguel Galán manda a los hermanos
indios Juan y Rodrigo de Hoyos a buscar sal en las Salinas que están al Norte de
la bahía de Nipe. Les acompañaba como lanchero un esclavo negro criollo de diez
años de edad a quien todos llamaban Juan
Moreno.
Después
de lanchear en el cayo Francés que está en la bahía de Nipe y estando la mar en
calma partieron para las Salinas antes de salir el sol, embarcados en una
canoa. Ya lejos del Cayo, vieron una cosa blanca sobre la espuma que no podían
distinguir. Acercándose más les pareció un pájaro. Luego pidieron los indios: es una niña. "Y en esos
discursos llegados reconocieron la imagen de Nuestra Señora de la Virgen
Santísima con un niño Jesús en los brazos, sobre una tablita pequeña".
La
tablita tenía unas letras y Rodrigo las leyó: Yo
soy la Virgen de la Caridad. Y siendo sus vestidos de tela, éstos no
estaban mojados.
Llenos
de gozo por el celestial hallazgo, tomaron sólo dos tercios de sal y retornaron
al Cayo y allí a la costa. Echaron la sal en un saco y lo cargaron sobre la
mula, que había quedado amarrada en la entrada del bosquecito.
Prepararon
una parihuela y con mucho cuidado colocaron encima la imagen, sujetándola con bejucos. Se sentía muy felices y a
la vez sobrecogidos por la presencia de la bendiga imagen. Reunieron unos
cuantos lirios silvestres y los entrecruzaron en los bejucos. “¡Qué linda
estaba Madre!”
Juanito
se encargó de arriar la mula mientras los hermanos Rodrigo y Juan llevaban a la
Virgen en andas. Era el primer recorrido por su nueva tierra. Cuando se detenía
a descansar, les rezaban un Ave María y se ponían a hablar con ella
mostrándoles las bellezas del paisaje Cuba. Al fin, después de unos días de
camino, llegaron al hato de Barajagua donde fueron recibidos con mucho asombro
por Don Miguel Galán, el mayoral, y los demás vecinos.
Estando ya en
el hato, Don Miguel mandó ponerle imagen en su casa hasta que les dieran una pequeña
capilla. Avisó al Capitán Sánchez de
Moya con el esclavo Antonio Angola. Enterado del hecho prodigioso les
encargó que le hiciera una capilla y les obsequió una lámpara votiva de cobre
para que la Virgen estuviese siempre alumbrada. Todos se pusieron a la piadosa
tarea, levantando con rapidez un pequeño bohío con tablas de palma y techo de
guano.
Colocada la
imagen en un pequeño altar, todos iban a venerarla
y, tomándole mucho cariño, la
saludaban varias veces al día. El indio Rodrigo de Hoyos fue encargado de
mantener la lámpara encendida. Un atardecer descubrió que no estaba la imagen
en el altar y, dando gritos, puso a todo el mundo buscarla, pero nadie le
encontró. Al amanecer, el propio Rodrigo tuvo la alegría de encontrar la imagen
en su lugar el altar con los vestidos mojados.
Traslado
a las minas de El Cobre
1613. Conocedor
de lo que estaba ocurriendo en el hato, Sánchez de Moya determina trasladar la
imagen a las minas. Para ejecutar esta operación envío al padre Francisco
Bonilla, religioso franciscano Guardián del Convento de San Francisco en
Santiago. Con él iban toda la infantería real de las minas y mucha gente de la
población.
Se emprendió
la primera procesión organizada. Españoles, indios y negros, entremezclados.
Delante iba el crucifijo, varias personas con velas, otras cuatro llevando la
imagen en andas, el Padre Bonilla,
los hermanos Hoyos, el mayoral Galán, y delante de la imagen el niño Juan.
Colocaron la
imagen en un altar de la iglesia parroquial de las minas todo desde fuera, una
escuadra de infantería disparo salvas en su honor mientras repicaba la campana.
Se acordó construirle una ermita y para ubicar la donde debía ser, el padre
Luís Colmenares, franciscano que atendía el curato, celebró misa cantada
dedicada al espíritu santo para que les hiciese conocer el lugar elegido todo
En esa espera
necesaria, "se vieron tres luces arriba en el cerro de la mina, en derecho
a la fuente, y dichas luces se aparecieron y vieron por tres noches continuas,
con la admiración de todos, y luego desaparecería..." (Declaración de Juan
Moreno).
Y sigue
contando el negrito Juan -ahora de 87 años-: "por este milagro eligieron
el lugar donde se veían las luces para la ermita y santa casa "desta"
Divina Señora de la Caridad, que hoy está en dicho cerro haciendo milagro con
los devotos que la llaman...".
Era tanta la
veneración popular de los fieles que peregrinaban desde Santiago de Cuba y la
zona de Bayamo hasta las minas de Santiago del Prado cada vez más conocidas por
El Cobre, que las autoridades eclesiásticas quisieron recoger los testimonios
referentes a la imagen de Nuestra Señora de la Caridad y de los Remedios. Y
nadie mejor para dar testimonio de aquel niño de diez años llamado Juan Moreno
ahora de 85 años, casado, antiguo capitán de las minas y, aún, esclavo del Rey.
Era el único testigo de aquellos acontecimientos. Todos los demás habían
muerto.
La entrevista
tuvo lugar en la parroquia de las Minas el día primero de abril de 1687.
Estaban presentes el Cura beneficiado Don
Juan Ortiz Montejo de la Cámara; el Notario Mayor público Antonio González de Villarroel y Juan
Moreno. Concluida la principal declaración, pasaron a entrevistar a otras
personas mayores. Todos coincidieron con el principal testimonio y hablaron
también de los muchos milagros obtenidos de la Virgen.
Una figura
muy destacada en casi todas las narraciones de los milagros fue el ermitaño
Matías de Olivera.
El documento
se envío, como era costumbre, al Consejo de Indias en Sevilla y se conserva en
su archivo en el legado Santo Domingo 363, año 1687.
Santiago del
prado un pueblo de chinos y mulatos, descendiente de los negros que había
tenido el rey para labrar las minas. Estos
cobreros eran los mismos que se jactaban de poder sostener dos iglesias.
Ya en la
corte de Madrid, el santiaguero Nicolás
Joseph de Ribera en su Descripción
de la Isla de Cuba escrita a
mediados del siglo XVIII, caracteriza el poblado de esta manera:
“Santiago del prado
(comúnmente El Cobre) es pueblo pequeño de negros y mulatos, parte libre y
parte esclavos del rey. Está cuatro lenguas al occidente de Cuba, en la falda
de un monte en que hay abiertas muchas minas de cobre, en cuya cima hay iglesia
en la que se venera una imagen de María santísima con el título de La Caridad,
á donde de todas partes van en romerías, y se han experimentado algunos
milagros”.
Pedro Agustín Morell de Santa Cruz lleva a cabo una visita pastoral en 1756, en la que
incluye a Santiago del prado. Entre sus dos Iglesias destaca el santuario de la
virgen de la caridad: “Este es el templo tan celebrado no sólo en la isla si no
en todas partes, por venerarse en él una efigie de nuestra señora con título de
caridad, y remedios “. El
templo era un cuerpo de mampostería y tejas con 16 barras de ancho y seis de
alto. Tenía tres altares, púlpito, reloj y despertador; dos tribunas con sus
órganos, un pórtico con tres campanas: una grande y dos pequeñas, estas últimas
en la puerta principal. La sacristía se encontraba a espaldas del altar mayor
con el que se comunicaba por dos puertecitas y se hallaba cercada por una tapia
con sus garitas para el adorno. Al este, estaban las casas del capellán y los
ermitaños; al oeste, la Hospedería.
Decían que el primer templo había acostado
30.000 pesos y reedificar lo, debido al deterioro provocado por una avenida del
río, 40.000 e incluía el valor de sus campanas y una lámpara de 150 libras de
plata. Su situación en la cima de cerro había motivado la construcción de “una
escalaraza de ocho pasos de ancho, y medio cuarto de legua de largo con dos
muros, o pasamanos de cantería que la guarnece hasta la misma iglesia pintados
de varios colores “.
El costo de aquella obra se calculaba, sin contar el
trabajo voluntario, como en 200.000 pesos que financiaron esclavos y libres
cobreros.
El
significado del santuario para la vida de la comunidad de Santiago del Prado fue comprendido por el gobernador departamental Vicente Manuel de céspedes y lo reflejó
en carta suscrita a favor de la defensa de su libertad:
“Agregase
el célebre santuario de nuestra señora de la caridad, causando admiración la
diaria; y ejemplar devoción, con que se dedican a su culto, tributando le lo
que su miseria puede alcanzar, con capellán y mayordomo, sacerdotes y ermitaños
que lo cuidan, que auxiliados de los ministros de la parroquial, y aquellos de
éstos, celebrado suntuosas funciones en días determinados en uno y otro templo:
haciendo apetecible la concurrencia de los pelegrinos y romeros de todas
partes, a cumplir sus promesas”.
Original de Joel Hernández