sábado, 7 de junio de 2014

Introduccion al Cien años de Modernismo C.V. II, por Padre Dominique Bourmaud. No apto para Clero figurante y masa eclesiólatra. (entró a saco LXVII)


otra alucinada BRUJA más de la cabronada POST-conciliar DE EGOS 


Genealogía del concilio Vaticano II / Traducción de Luz Freire


El modernismo tiene cien años. De hecho, el Larousse describe esa herejía como la crisis religiosa que marcó el pontificado de san Pío X (1903-1914). El diccionario señala lo que estaba en juego en esa crisis al precisar que pretendía acomodar la doctrina de la Iglesia a las nuevas ideas, en especial a la filosofía y a la crítica bíblica moderna.

En suma, se trataba de un conflicto generacional en el seno de la Iglesia eterna, que se resolvió poniendo un freno drástico al afán de novedades. Y es que las innovaciones siempre le parecieron sospechosas a la Iglesia fiel a los Apóstoles.Vista desde la perspectiva de dos mil años de cristiandad, esta herejía parece ocupar un lugar poco importante entre las crisis padecidas tantas veces por la vieja Roca.

Por lo demás, desde san Pío X el asunto quedó zanjado. Entonces, ¿para qué traer a colación un caso ya cerrado? ¿Por qué volver a tocar un tema pasado de moda, que sólo puede interesar a un estudioso de la historia de la Iglesia?

Sin embargo, el modernismo está lejos de ser un hecho superado, muerto y sepultado. Ese mismo movimiento, camuflado para las necesidades de la causa, es el que ha vuelto a salir a la superficie en la Iglesia y parece triunfar hoy sobre la Iglesia. El único propósito de nuestro libro es formular una tesis sobre la identidad de dicho movimiento. En la presente introducción sólo queremos poner en evidencia el fundamento y la necesidad de semejante investigación.




nació la DIVA de la primavera Bergoglio SHOW FINAL Demoledores



"PERIODISMO ES PUBLICAR LO QUE ALGUIEN NO QUIERE PUBLIQUES, lo demás es relaciones públicas"  George Orwell




Y es que hay un problema por resolver: la súbita aparición de otra Iglesia, o dicho de otro modo, la crisis que la Iglesia católica siente respecto de sí misma. Si a partir de este momento el lector admite que la Iglesia contemporánea está pasando por un estado de crisis excepcional,deseará seguirnos en nuestra investigación,consciente de que la muerte o la supervivencia de la Iglesia dependen de su resultado.

Esta crisis acometió a la Iglesia sobre todo en los años sesenta y setenta. La Iglesia pretendía renovarse y llevar a cabo un aggiornamento. Todos, y en especial el Papa Pablo VI, esperaban una primavera con una aurora radiante de juventud. El resultado del cambio fue una amarga decepción. La duda, la autocrítica y la inestabilidad se establecieron en todas partes, conduciendo a la autodemolición. Durante esos años cruciales, las naciones se rebelaron como nunca antes contra el Decálogo y contra Jesucristo. Las vocaciones disminuyeron peligrosamente, y los fieles abandonaron las iglesias para afiliarse a las sectas más extrañas o a la religión del propio gusto.









Los milagros, que antes debían de ser al menos dos por etapa del proceso, y atestiguados sin sombra de duda por comisiones médicas en distintos niveles de estudio, ahora es solo uno por etapa, eximido en el caso de Juan XXIII. EN PANORAMACATOLICO




Los sacerdotes y los religiosos de ambos sexos colgaron los hábitos con una frecuencia inusitada. Los obispos, custodios de la fe y de los tesoros de la Iglesia,en vez del Evangelio del Crucificado, predicaban una doctrina edulcorada sobre el amor fraterno, un discurso social insulso, y planteaban propuestas de diálogo con los protestantes.

Roma parecía reducida a la impotencia, incapaz de reaccionar con rigor o de esclarecer a los descarriados.«La Iglesia ha tenido crisis similares en tiempos pasados; ya pasarán, como ocurrió con las anteriores», se decía. De hecho, los medios de comunicación dejaron de hablar de la crisis religiosa, en especial desde el advenimiento de Juan Pablo II, el Papa del Este. Se nos dijo que la Iglesia había recuperado sus bríos, que estaba más viva que nunca y que las vocaciones irían en aumento. Es verdad que ya no se ven las defecciones de épocas anteriores, y que los obispos más vehementes se han calmado, de modo que cruzamos el umbral del tercer milenio con cierto optimismo.

No obstante, se trata de un optimismo exagerado, difundido por los medios de comunicación, que no puede ocultar el estado de miseria actual, porque los indicios de fuerza espiritual en la Iglesia son muy débiles. ¿De qué vida religiosa hablan los periodistas, sino de los movimientos carismáticos y de las Jornadas mundiales de la juventud, simples calcos de las aberraciones pentecostales protestantes?

Son fuegos de paja, fundados en el sentimiento, es decir, en nada.




y  paco1 jesuitas esbirrete de Ortega habanero en el Genocidio Marxista venezolano



"Ellos" están a favor de la democracia, crítica y contestación ("hacer lío") solamente cuando les conviene. Es como con el "amor a los pobres"? Cuáles de los pastores modernistas, especialmente los "obispos", se preocupan realmente por los necesitados?
En el interior los "amigos de los pobres" brillan por su ausencia y son los mormones y testigos de jehová quienes "evangelizan" a los pobres. POR TOMAS EN PC BLOG






¿De qué magníficas vocaciones nos habla Juan Pablo II, sino de las de los países del Este, y quizá de las del Tercer Mundo, fuertes aún espiritualmente por su lucha contra el materialismo ateo, pero a punto de hundirse en el libertinaje de la «cultura» occidental? En realidad, las vocaciones de los países de tradición cristiana se reducen a pasos agigantados. Es cierto que ya no se suelen ver los escándalos que antes plagabanlas páginasde los diarios, pero¿no será porque lasalmas consagradas han disminuido y sobre todo envejecido?

La apariencia de estabilidad y de seguridad de la Iglesia de Roma se parece a la belleza artificial de una fachada vieja y agrietada a la que se acaba de dar una mano de pintura. No hay que contentarse con palabras, cuando LA FE ha muerto en casi todos lados y nada predice su resurgimiento en ninguna parte.

No, la crisis de los setenta no ha terminado. No es la Iglesia la que se mantiene en pie, es la crisis. Ella es la que sobrevive, mientras que la Iglesia se muere. La crisis existió, y perdura en nuestros días. Suponemos que el lector admite esto como algo cierto. Tendremos ocasión de presentar pruebas tangibles de ello en la última parte de nuestra obra, cuando hablemos del triunfo del modernismo, pero desde ahora debemos analizar su profundidad. Y es que esta tempestad, la más reciente de todas, no se parece a las demás crisis.







No es posible praxis pastoral alguna que contradiga la doctrina. No puede haber misericordia que contradiga la verdad revelada. Porque la primera es el arte de conducir a los fieles a una vida conforme a las verdades de la Fe, y la segunda, un aspecto de la caridad, que está indisolublemente unida a la Fe.
Así, se repite ad nauseam el argumento conciliar de la “pastoralidad” respetuosa de la doctrina, pero se ignora el resultado que tales intentos ha tenido sobre la vida de la Iglesia en los últimos 60 años. La misma crisis familiar que motiva este sínodo es fruto de esa pastoralidad fallida por la ilusoria pretensión de separarla de la doctrina. EN PANORAMACATOLICO



Es universal, porque la palabra clave, aggiornamento  (puesta al día), salió de la misma Roma, del corazón de la cristiandad. Todos, desde los obispos hasta los fieles, pasando por los clérigos y religiosos,se pusieron al día. Las congregaciones tuvieron que revisar sus constituciones más venerables. Las organizaciones de seglares se vieron reestructuradas y a menudo desnaturalizadas. Todo fue renovado sin excepción, pero siempre con miras a la facilidad y a la democracia:  ¡Prohibido prohibir!¡Libertad en todo y para todos!

Se puso fin a la autoridad, a los deberes y a los mandamientos. ¿Se trata de una reforma o de una deformación? La relajación de las elites, ¿no es acaso el síntoma más evidente de la decadencia de una sociedad?

Esta tempestad fue tan repentina como universal. ¿De dónde salió? Apareció exactamente entre los años sesenta y setenta. Y para ser universal, la enfermedad tuvo que proceder de Roma. Además, para producir semejante conmoción, hizo falta un acontecimiento extraordinario. Todos estos indicios señalan al concilio Vaticano II .

por Padre Dominique Bourmaud "Cien años de modernismo"











Permítame decirle, anónimo anterior, que no encontrarán nada para imputarle a Caponnetto. Esta sentencia está dictada de antemano por la masonería y otras yerbas que revolotean por San Rafael.

Taussig es hijo dilecto del Cardenal Karlic, conspicuo masón, quien estuvo en la ceremonia de su consagración episcopal.

Karlic llevó adelante la destrucción del Seminario de Paraná y ahora su émulo hará lo propio con el de San Rafael que fue su heredero, si no media un milagro. POR SANRAFAELINO INFORMADO




Por vivir una primaveracoloquialmente se entiende un proceso de reverdecimiento, de impulso, prosperidad, una mejoría evidente de algo.

Esto significa que, conforme lo expresado por el rector salesiano, sería hoy notable un aumento de la piedad, la frecuencia sacramental, un impulso de la virtud y las conversiones, una mejoría evidente del conocimiento de la doctrina católica. El surgimiento de personas y/o movimientos que levanten las banderas católicas en la vida pública y se batan con los enemigos de la ley divina. La Iglesia haciendo el aporte esencial para la regeneración moral de una sociedad notablemente degradada.

Mas cuando vemos los temas de discusión en los grandes encuentros de la jerarquía nos lamentamos de comprobar que se habla de la pérdida de la Fe, ya que se necesita una “nueva evangelización”, o, en otros casos, se discute hasta qué punto se puede a conceder a personas en pecado grave el acceso a los sacramentos de vivos, es decir, los que solo pueden recibirse en gracia de Dios, “por razones pastorales”, dada la inmensa cantidad de católicos que se hallan en situación moral irregular o de pecado público. EN PANORAMACATOLICO.INFO





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